Jesús tenía una sonrisa interminable. ¿Es posible que sonrían las estrellas y los grandes espacios más alla de los confines de la Tierra?... Tal vez, pero de lo que sí estoy seguro es de que cuando mi hermano sonreía iluminaba la estancia reducida y ensombrecida donde dormíamos todos,apenas guiados en la penumbra por una modesta lucerna de barro... mientras todos los hermanos le pedíamos casi a gritos que nos contara uno de sus maravillosos cuentos, que serían siempre la luz de mi vida. ¡¡Padre, Jesús.. Padre, Jesús, cuéntanos un cuento!!....
Juda, mi pequeño hermano, te he dicho siempre que nuestro verdadero Padre esta en lo más profundo del corazón, y que tu sangre y tus huesos se forjaron con la esencia de tu mamá María y de tu padre, José. Por lo que no debes de llamarme Padre, solo soy tu hermano mayor...
-Si... Padre Jesús...
-Jesús reía, se frotaba las manos y... esa era la señal, todos nos acurrucábamos unos con otros para darnos calor...
...Hubo una vez un hombre rico, que poseía grandes extensiones de tierra y gobernaba todo un imperio. En sus palacios vivían centenares de esclavos, y como era un gran amante de la música...
-¡Como tú, Papa Jesús!....-Sí, José, pero déjame terminar...
Tenía a su servicio los mejores maestros y profesores del arte del viento y de todos los sonidos. Su corte se afanaba día y noche en mostrarle el secreto de la verdadera música... mas el Señor de la Hacienda no se sentía satisfecho. Un día, paseaba por los jardines de su palacio, cuando sobre un viejo árbol vio una lira de oro de hermosa hechura, y la tomó embelesado e intentó tocarla, pero... la lira no cantó.
Extrañado, volvió a tocarla una y otra vez, mas el instrumento seguía mudo. Contrariado, la llevo a Palacio e instó a todos sus sabios a tocar el extraño y silencios instrumento. La lira fue entonces pasando de sabio en sabio, de maestro a maestro. Incluso los astrólogos y los médicos la analizaron. Todos la obligaron repetidas veces con sus grandes conocimientos, pero la lira seguía muda. El poderoso señor, lleno de ira, mando destruirla en el fuego de la chimenea, fue entonces cuando un humilde siervo llamó la atención de su amo.
-Mi señor, déjeme que yo la toque...
-¡Tó!, pero si solo eres un criado... bueno, tómala, pero si fallas en tu intento, recibirás un castigo por tu osadía.
-Entonces, el sirviente, tomo la lira en sus manos y la alzo por encima de su cabeza, mientras solemnemente pronunciaba estas palabras: "Lira, yo te encomiendo que liberes la música de tu alma, y toques lo que desees". Y de repente,u na música como de campos sembrados de trigo y mecidos por el viento del altozano llenó la estancia y embriagó con su melodía a todos los presentes.
El rey, sorprendido, espetó al criado... ¿Cómo lo has hecho?
-Majestad, en realidad no he hecho nada, solo la he dejado en libertad, y ella tocó sola...
El sueño nos venció,y mi Hermano-Padre Jesús, nos arropaba con un beso... ¡Cuanto te hecho de menos, Maestro mío!...
Publicado por Manuel Estrada Villodres