He vuelto detrás del silencio que guardo mi corazón en las tierras sombrías. un rayo de luz me ha despertado esta mañana...he visto alejarse la noche más allá de las altas montañas, escondiéndose de la llegada de la aurora...un sonido trémulo de cigarras de mimbre susurraba versos de colores al aire del nuevo día. De repente la mañana ha abierto su sonrisa de nubes y de sol, sobre los campos aun dormidos que velan el sueño del valle que se despereza con la llegada del rocio temprano, y la vida me ha sorprendido, rezagado y tímido entre mi retina, y la soledad callada del mundo.
No supe que decir al verte llegar, inesperada y vestida de la seda que el viento teje en la madrugada. Tu figura, regia y solemne; ¡oh, vida! sello mis labios y desboco el corcel cautivo de mis sentimientos, cuyos latidos atravesaron raudos las elevadas cumbres, y los interminables cielos que coronan esta tierra de hombres grises. Te he aguardado tantos siglos alrededor del fuego de la nostalgia, que mis ojos han quedado ciegos sin la luz de tu sonrisa, y mis manos se han secado como ramas sedientas sin la savia que brota del interior de tu fuego. ¡Oh, amada alma! fuimos el mismo ser que la herida del nacimiento dividió en dos, adormecidos en el sueño de las edades. Y ahora, tras la vigilia de la laguna, allá abajo, en el valle vestido de guirnaldas de flores, y capas sedosas de una frágil hierbecilla bañada de rocio...
Publicado por Manuel Estrada Villodres
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