Era tarde, pero la luz estaba medio dormida y no me permitía ver con claridad las manecillas del reloj del tiempo. Sucedió que al penetrar en las profundidades del sueño vi de nuevo los valles y las verdes montañas de mi pueblo, un rio sereno y casi mudo se deslizaba entre las grietas milenarias de la tierra, como arterias cuya sangre es su propia memoria de agua llena de vida y de recuerdos. Me senté al abrigo de su orilla de seda verde y su fragancia embrujo por un instante mi conciencia. Creo que me elevé más alto que todo cielo, no sé si en realidad volaba en las alas de un sueño, o era el viento aquel que separa el alma del cuerpo, pero de pronto volví al camino donde todo empezó. El viejo Maestro sonreía y su mirada me abrazo con el calor de un amor verdadero... ¡Cuánta dicha tenerte aquí de nuevo!...Maestro...Maestro... ¡Te hecho tanto de menos! Hijo, ¿por qué lloras? Aún no sabes que toda distancia no es más que un velo, que todo camino donde sopla el viento solo y ruge sonoro el silencio en realidad es tu reflejo. Siempre fui tu sombra en el sendero, y allí donde el sol despertaba a tu corazón del abrazo mordaz de las sombras, mi canción llenaba a tus oídos con los sonidos añorados de la luz. Maestro, anoche estuve pensando porque mis palabras son para muchos extrañas como todo lo extraño, pues quiero entregar mi corazón como un presente al amigo y al compañero, pero hablado el regalo y ofrecido como un verso parece este que se aleja de las manos.
Hijo, siempre caminaste en silencio. Tú conocimiento de estos hermosos valles donde la luz teje una guirnalda de colores en mitad de todo espacio te fue dado desde que eras un niño, yo mismo te lave tus ojos muchas veces para que no te deslumbrara la luz de este sol, ni te cegara el brillo de tantas estrellas. Aun no has entregado la verdad de tu corazón por temor a que no sea aceptada. Y tu alma, tímida como una luciérnaga, espera la noche para mostrar su verdadera belleza. Pero comienza, deja la enrevesada palabra, y abre tu corazón como si fuera una hogaza de pan
Maestro, espero que sepas perdonar mi lenguaje oculto y misterioso-_No, hijo mío, yo no he de perdonarte nada, mi corazón solo siente amor por ti. Ve, y despierta. Entonces busca a tus amigos, y pídeles perdón a ellos, y dales todo lo que yo te mostré.
Si, Maestro, despertaré y les pediré perdón.
Ahora he despertado...Mi amor es más grande que toda mi torpeza...Perdón por la letra cifrada, y el velo que mancilla la palabra, mi alma es mi verso y os llevo en mi corazón como la tinta nutre la inmensa ilusión de la pluma dormida, que despierta ,por fin, al camino de nuevo.
Publicado por Manuel Estrada Villodres

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