"El vientre de la tierra se abre como una madre de parto, que desde sus entrañas libera la criatura redondeada y etérea del sueño que encierra; entre sus manos llenas de raíces, y sus ojos de miradas negras... La noche, suave, se adentra como una sombra alargada, por entre las viejas callejas que se alzan añoradas, tras la tapia semicaida que defiende la aldea del viento extraño, del miedo inesperado, de la soledad siempre sola, y de la ausente palabra que bebe su memoria de aguas estancadas, de perdidas leyendas en el corazón de la montaña... Mi amiga, mi querida y siempre amiga, tú mano es una fuente, y tu palabra el agua de ella, que a la sed rota sacia y acalla. No quiero el frió de ninguna distancia. El gélido latido de una Nada que crepita entre las llamas del Silencio me espanta. ¡Dame la luz de la Amistad! ¡Que mis huesos temen llenarse de escarcha! Llena el surco de esta tierra que nos separa, de poemas blancos, de sonrisas claras. Vuelve al fuego y al sonido de las llamas. He regado el huerto que cultivamos al mediodía del tiempo aquel, y los viejos almendros sonríen al Alba. Y mi mesa está llena de viandas. Mi amiga, mi querida y siempre amiga, tú mano es una fuente, que a mi sed profunda sacia."
Publicado por Manuel Estrada Villodres

No hay comentarios:
Publicar un comentario