
Nadie puede pretender dar nada sin tener verdadera abundancia. La genuina riqueza nace en la inmensidad simplificada del alma humana. El alma es la albacea divina del poder eterno e inmortal del hombre.Sólo la sencillez es verdaderamente compleja, en cuanto es ésta, el resultado de la madurez del corazón y de la mente en el viajero que viaja en pos de la meta del progreso espiritual. Muchos consideran que se encuentran cerca del templo de la Verdad, porque creen conocer profusos misterios y secretos legendarios que contienen parte de la historia de esta humanidad, pero esto es solamente información, no sabiduría, ni tan siquiera una mera aproximación a la verdad que pretenden conocer. Sólo la experiencia sincera y cierta del amor, en el discípulo de la verdad, posee el don vivificador de la trasmutación del alma del peregrino del tiempo. El universo no se enreda entre las lineas grises de sofisticados e inaccesibles tratados de metafísica, más bien lo hace entre las guirnaldas luminosas de estrellas sobre cielos elevados que se arrodillan, cautivadoras, en el altar de la madrugada sobre el templo de la Tierra donde todos habitan. Las verdades del Universo mismo habitan entre los hombres que ignoran que su luz esta entre ellos, pero que se afanan en labrar la tierra de la vida con voluntad de Luna, y sudores de mares encrespados en las tierras áridas del esfuerzo honesto por arrancar luz entre las cavernas oscuras del miedo y la ignorancia. El universo es de agua y de barro, sobre surcos de tierra que se abren al cauce de los sueños más desprendidos de su esencia, pues soñar es un anhelo del alma, y el alma sueña alas de estrellas blancas que la eleven a aquellas costas doradas que sólo el amor conoce y el corazón intuye... pues la verdad está en las manos de un niño, y vive en el anhelo de quien siendo hombre.. dejó de soñar...
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