
Nadie sabe realmente que hay mas allá. Nadie puede saberlo definitivamente de no ser que sea un peregrino celeste. Nadie puede de hecho hablar de la verdad si no la hubiera visto y tocado como a una flor. Entonces puedes percibir su perfume en lo más hondo de tu ser. No hay mayor riqueza que aquellos frutos de la verdad universal esparcidos entre las manos del peregrino. Las semillas del Universo florecen en el corazón del Amor. Cada semilla procede de la Verdad. Quien ingiere su esencia se desposee de si mismo, pues la magia que contienen hacen del caminante camino, y no piedra, ni polvo, ni madera pintada que muestre la leyenda que indica la ruta del peregrino. La grandeza del alma esclarecida por la verdad se percibe en la sencillez reverente del apóstol de la luz, pues la luz es justa y muestra la sencillez de la senda. Cuando el peregrino se ha unido a la esencia del camino, y su alma yace enamorada en el lecho de la vida junto a la verdad inmanente en el Todo, resplandece en la aurora espiritual del amor sencillo que se desborda como un río imposible de contener entre los cauces estrechos y pedregosos. El Maestro no es una palabra sorda que se eleva entre los hambrientos de afecto y de un esclarecimiento superior... es un siervo de aquel que busca los dones de la vida, y un discípulo entre ellos. El Maestro es solo un peregrino que renunció a las cómodas estancias de la tradición y el conformismo, y abandono la abundancia externa, para llenar del agua del espíritu los vacíos cantaros de su alma. El Maestro no habla de si mismo, pues se olvidó de quien era buscando una estrella de luz en mitad de la inmensidad del firmamento. La vida está compuesta verdaderamente de los frutos del Amor. El Amor es la verdadera madurez espiritual del peregrino. Todo lo demás es vano, y no es verdadero ni bueno.
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