
Nunca supe quien era verdaderamente mi hermano hasta que el tiempo me envejeció prematuramente. No fue la gris apariencia de las brumosas edades quien me abrió el corazón. Fue la luz de los campos sembrados de trigo a media tarde, danzando libremente al compás del viento, como doncellas erguidas en mitad del inmenso valle, quienes agitaron dulcemente mi angustiado corazón en aquellas dramáticas tardes cubiertas de soledad, cuando el fue salvajemente muerto. Después de que hube llorado mi amor entre agua del corazón y sal de mi alma, supe que mi hermano había vencido realmente a la muerte, más allá de las dramáticas y vencidas heridas que derramaron su vida sobre las mustias y frías rocas del hierático promontorio donde fue crucificado, Él volvió a despedirse de mí como prometió... Fue una tarde del mes de mayo, justo el día en que yo regresé... Nos encontrábamos mis hermanos y mi madre, y quien esto escribe, en casa de José de Arimatea, discutiendo acerca de la suerte que seguramente nos aguardaba tras el trágico desenlace de la labor de predicaccion de nuestro hermano y maestro, cuando al fondo de la semialumbrada sala principal de la casa se comenzó a escuchar un sonido extraño similar a leves rayos de tormenta, y después un espeso silencio... más silencio, y de nuevo ese inusual sonido que nos ponía la piel de gallina...
...Mi madre fue la primera en verlo... ¿Cómo surgió de repente en el vacío? ¡No puedo saberlo! ¡jamás lo sabré! pero lo cierto es que Jesús estaba frente a la estupefacta comitiva, regalándonos una interminable y luminosa sonrisa llena de una paz indefinible... Levantó su mano derecha y dijo de viva voz:
¡Salud a mis hermanos y a mis amigos de ésta, mi vida en los mundos terrenales! ¡Madre, he decidido mostrarme para apaciguar tu dolor, y llevar hasta tu afligido corazón un mensaje de esperanza... el hijo del hombre nunca podrá perecer entre los afilados dientes del Mal, tu hijo es inmortal como así lo sois vosotros mismos por voluntad de Aquel que goza de inmanencia en los Universos. Nunca dudes de mis palabras. La vida de todos los seres humanos descansa en el Amor del Padre de los Universos. Y ninguna fuerza mortal ni siquiera sobrehumana prevalecerá jamas sobre los deseos del Supremo Hacedor. Confiad en Dios. Confiad en mí, hasta el final de los tiempos....
Hubo un llanto suave, que se fue, un tímido beso de amor en las mejillas resplandecientes de mi hermano. Pero algo extraño nos mantenía alejados de su radiante presencia impidiéndonos abrazarlo. Sus ojos entraron en lo más profundo de cada uno de nosotros, con calladas palabras de un afecto divino, y...se esfumó como la luz entre las opacas formas de cal de la pared... Mi madre estalló entre lagrimas y risas, levantando los brazos al aire, y los demás, nerviosos como niños lloraron liberando todo el miedo y la tensión de esos trágicos e inolvidables días...
Es algo completamente emocionante, ese momento...solo puedo dejar sitio al silencio...
ResponderEliminarCada momento se embellece por el amor que depositamos en el,no por el en si.La belleza y el amor solo se crean en el alma humana.Lo demás,son solo paisajes relativos en la realidad.Lo verdaderamente uniforme e imperecedero es el amor.
ResponderEliminarY uno de esos inolvidables momentos es este, saludos hermano y gracias por la tan esperada continuación.
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