Existe una excesiva pero confusa información acerca del hecho, no solo de la muerte, sino especialmente de los inquietantes acontecimientos posteriores a la defunción. Muchos de los supuestos, y creencias actuales sobre la muerte, aún contienen residuos culturales y antropológicos de antiguos mitos y leyendas perdidas en la oscuridad de los tiempos, cuando la humanidad alimentaba el culto a los fantasmas y la creencia en una vida de ultratumba.-Si supierais que la verdad es diametralmente opuesta a cuanto pensáis, gozaríais de una confianza serena en la muerte, que os libraría de toda la angustia asociada a la terrible oscuridad con que la interpretáis. La muerte no es inevitable. Pero en nuestro mundo resulta evidente que la misma supone el único camino para "viajar hacia el universo viviente y poblado del Padre". En otros muchos mundos civilizados que han alcanzado un notable progreso espiritual, ni siquiera deben morir para trasladarse al siguiente paso en la infinita escalera experimental de la vida en el universo. Cuando completan sus designios, los "custodios de la muerte" en un tipo de transporte especial, los trasladan hacia los mundos que vosotros también conoceréis tras vuestra muerte física. Morimos también porque vamos gastando la vida inútilmente, porque no sabemos vivir espiritualmente, pero esto no puede ser admitido por la ciencia, aún. La muerte es una de las experiencias más hermosas y gratificantes que jamás podamos vivir. Evidentemente no me refiero al como morimos, sino a la sorprendente vida que nos encontraremos al atravesar el túnel en compañía de los "custodios de la muerte". La muerte es la certeza más absoluta de que finalmente, tras nuestro azaroso periplo terrestre, seremos enteramente libres, y gozaremos no de "7 sino de 70 veces 7" oportunidades para lograr la verdadera y definitiva iluminación de nuestra mente y de nuestro corazón. Morir es bueno y necesario para una humanidad, la nuestra, terriblemente contaminada por los nocivos y pestilentes venenos del egoísmo, el consumismo ciego y sordo, la ira y el miedo, el dolor y la desconfianza. Si no muriésemos, ¿en qué momento podríamos descansar un rato y contemplarnos a nosotros desde otro ángulo de visión? Además, morir es aprender a renunciar a todo lo efímero e insustancial del mundo material. Debemos con el tiempo, y gracias a la inevitabilidad de la muerte, aprender a desapegarnos de todo cuanto creemos poseer, las cosas, las casas, la juventud y el vigor, nuestros seres queridos e incluso nuestro cuerpo fisíco; la muerte, como dice mi buen amigo Eleuterio Sánchez "El Lute”, es justa y democrática, nos reserva, sobre todo a los que aún no han muerto, la sorpresa más maravillosa e increíble que nunca os podríais imaginar. Siempre le estaré agradecido, a mi Amado Maestro, por regalarnos la inmortalidad. Y solo la muerte, vuestra muerte, os mostrara la entrañable verdad y esperanza de cuanto escribo...Y el viaje continua...
Publicado por Manuel Estrada Villodres

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