Respiro tu aliento; ¡Oh Vida, que tanto me has dado! Y percibo tus tesoros entre las cosas más sencillas. Desvísteme de estos ropajes que me cubren, y me hacen parecer solo un hombre...Yo anhelo la belleza de la madreselva en el valle, la libertad risueña del viento sobre los altos riscos, la humidad de la hierba sobre los campos, el azul etéreo de los cielos inabarcables, y la luz del día entre los arroyos cantarines...
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Quítame cuanto aun tapa mi vergüenza ante los hombres. Quiero la desnuda serenidad de la Verdad en mi cuerpo, como la tierra anhela ser cubierta del abrazo de la lluvia temprana. Despójame de toda forma opaca y callada, pues anhelo la transparencia de la cascada en la roca, y la belleza del iris en la nube, y la fragancia del rocio en mi boca sedienta. Dame la vida verdadera y arrebátame cuanto poseo...
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Toma mi corazón como si fuera barro y agua y haz una lámpara que brille con tu luz; pasaron los imperios frente a mí y mi alma quedose indiferente. Los ejércitos con gran estruendo batallaron y nada temí. Pero aquel día vi tu carroza detenerse frente a mi puerta, y mi corazón estallo como un sol iluminado por la luz que emanabas...Desde entonces ¡oh Maestro!, mi ser huyo tras de ti y yo quede solo con mi lámpara...
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Al atardecer de tu silencio risueño cayeron las últimas palabras como una canción llena de alas...en el vacío de la distancia, y las pupilas del bosque se encendieron con miradas blancas que eran estrellas de tu cielo más añorado. He encendido el fuego, y el pan está aún caliente... ¡Ven, siéntate en mi alfombra! Toma mi té y oye mi suplica, pues ellos son toda mi fortuna, y tu mi mayor ganancia.
Publicado por Manuel Estrada Villodres
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