Me susurró al oído palabras secretas que sellaron mi verdadero nombre. Me miraste como si yo fuera importante, y me conmovió tanto tu ternura entre risas de luz. Te mostré las grietas de mis manos sangrando historias de soledad dolorida, pero tú las besaste como se besa aun niño asustado. Te dije de mis fracasos, pero tú clavaste la daga de tu amor en mi pecho lacerado, y callado, lloré un perdón de lágrimas, rosarios engarzados del corazón abierto al nuevo día...
...Estaba de rodillas, junto al río. Contemplaba el agua viajar hacia un más allá de espuma blanca, y oía sus cantos entre las rocas con un silencio latiendo inevitable junto a mi corazón... ¡Ven, acompáñame!...Tu voz sonó dentro de mí. Tu olor se confundió con las jaras y las fragancias del bosque... ¡Ven, acompáñame!...Me levanté, y los arboles mecieronse entre el aire como bailarinas de sutiles formas en la danza del atardecer. Al seguir tus pasos, sin darme cuenta, entre en mi corazón. Allí estabas, aguardándome desde hacía siglos...
Publicado Por Manuel Estrada Villodres
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