El hombre de esta generación está, tan equivocado. Tan terriblemente alejado de la verdad esencial del corazón. El corazón es el símbolo vivo de la verdadera belleza que alimenta y eleva la verdad hasta su mayor plenitud: “el amor”. Mi hermano era Amor. Él era el Amor. Muchos hombres interpretan el amor como un rasgo frágil y debilitado de la supuesta y vigorosa naturaleza masculina, asociándolo intrínsecamente a la naturaleza femenina. Lo más bochornoso resulta incluso confundir el amor con emociones claramente inferiores como "el querer”, “las pasiones”, y otros afectos menores entre sábanas blancas. Por supuesto que todos los sentimientos y experiencias sensuales y afectivas son absolutamente necesarias y forman parte de la “alimentación integral que nos nutre como seres humanos”. Pero mi hermano mostro con una sencillez encantadora la fascinante y reconciliadora realidad de un amor de "Sangre Azul”, un amor divino. Su amor era real...siempre me pareció un ser extraordinariamente poderoso, pero por el amor que desprendían algunas ocasiones lo vi usarlo como una espada de fuego vivo ante las desafiantes provocaciones de sus muchos detractores públicos. Estos eran incapaces de sostener su mirada apenas unos segundos. Los miraba con tanta dulzura y al mismo tiempo de un modo tan cristalino y sostenido, que se, sus vacilantes corazones, se veían reflejados en las amarillentas pupilas de Jesús, terminaban inclinando la cabeza. Y es ahora, después de tanto tiempo, que he comprendido por que se producía este efecto. Era la mirada de un Padre en los rostros inmaduros de hijos errados...
Publicado por Manuel Estrada Villodres
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