La confesión

Esta es una de las imágenes que más afectan a mi alma. No en la forma que hiere el dolor, sino en el sentido apacible e imperecedero del recuerdo de imborrables tardes junto al lago cuando ambos nos sumergíamos en el alma del Universo, asomada tímidamente en sus aguas plateadas. Ahora, después de muchos años, he comprendido con la paz que produce el amor callado, por que con frecuencia mis ojos lloran nostalgia entre lágrimas de estrellas y mareas insondables que acarician mi mente como brazos del ayer en las costas de mi hoy. Nadie jamás podrá entender lo que siento. Ni porque mis palabras susurran constantemente, de una manera velada, entre sueños de mares celestes, su nombre. Pero mi amor por Él crece como un niño alimentado de los bosques fragantes de la memoria, con la savia cierta de su voz en mis oídos sus manos extendidas mostrándome el camino. De entre todos mis hermanos, fui siempre el que más tiempo anduvo los caminos que el recorrió conquistando dulcemente el corazón de los peregrinos, caminantes, pedigüeños, miserables de la calle-como los llamaban-prostitutas, y un interminable ejercito de criaturas que mi hermano adoraba realmente, sin falsas mascaras sentimentales. Con El conocí tanto...Nadie sabe de las miles de conversaciones que mantuvimos acerca del Universo “su verdadero país”, y de cómo me hizo confidente de aquello que le estaba ocurriendo, devolviéndole su verdadera naturaleza lentamente, como un amanecer. Un atardecer, manso y expectante, entre los sonidos del agua y el canto de la hojarasca, me confesó algo que jamás olvidé.
-"Mi querido hermano, ahora sé que cuanto contemplas me fue concedido hacer por aquel que rige todos los destinos en las vastas creaciones. Yo, soy la esencia de cuanto observas, y mi alma nutre con su luz la vida que se esparce generosamente por doquier..."